Una nueva forma de hacer política

Una creencia que pasa por ser trivial recorre el mundo. La sensación es cada día mayor y la dependencia de algunos humanos a ella es supina. Hablamos de corrupción. Un término que a efectos de definición podría ser rápidamente entendido pero que a efectos de comprender una sociedad como la actual, nos adentra en un mundo difícilmente sensato.

Tan común como el respirar. España es un país puntero en ella. Casi podría decirse que va camino de desbancar al fútbol como deporte nacional. Y es además el opio de los medios comunicación. La droga a la que se acercan día tras día para copar columnas y portadas a todo color. La corrupción es por lo tanto una parte necesaria de nuestra idiosincrasia que ya parece que no se viste de otra forma sin el color grisáceo de la corruptela.

Corrupción política, manipulación informativa o perversión de la sociedad. Las numerosas tramas que día tras día aparecen en los medios de comunicación son el altavoz de una pirámide de población en que la jerarquía máxima cada vez ocupa más espacio que la base. Por lo que es cuestión de tiempo que acabe por desmoronarse. Ahí es cuando el hartazgo de la sociedad comienza a aflorar.

Polis en griego era el nombre dado a cada ciudad-estado del país heleno. Por ello este blog lo usa como sufijo y se abraza a parte del término corrupción. Porque no hay mejor definición posible para este mal endémico que unir al estado, a sus ciudades, con su descomposición social. A través de malversación de fondos, adjudicaciones ilegales o medios de comunicación manipulados hasta el extremo para mantener las estructuras económicas que permiten hacer de España un cortijo cercado para cuinos alejados de la honradez.

Bienvenidos a Corruptópolis. Dónde la corrupción y la política se convierten en sinónimos.

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